sábado, 12 de julio de 2014

El silencio de la Luna

Hoy he vuelto. Tampoco es que me haya ido durante un largo tiempo para tener que decir “he vuelto”, pero si ha pasado el suficiente como para percatarme de mi regreso.

No sé si es normal no darte cuenta de la importancia que tiene un lugar hasta que no vuelves después de mucho tiempo; que se prolongue esa sensación inexplicable cuando te vienen todos los recuerdos de golpe, como ese balón que no sabes de donde sale pero siempre aterriza en tu cabeza.
Viajar al pasado no parece tan imposible cuando te sacuden esos flashbacks de todas y cada una de las cosas vividas en un sitio. Tan solo el rastro de tus propias pisadas en un trozo de tierra llena de piedrecitas es capaz de llevarte a muchos años atrás, o, incluso, que el sonido del silencio siga intacto tal cual lo recuerdas, como si fuera el resultado exacto de una división que ha hecho tu memoria.
Los silencios están infravalorados, aunque yo los considero más esenciales que las propias palabras.
Un silencio está repleto de misterio, de magia; y esconde más risas, lágrimas, victorias y derrotas que mil páginas de un libro escrito desde la más terrible de las nostalgias. Detalles como esos son por los que aún me atrevo a soñar, los que me hacen querer seguir viviendo hacia delante, esperando alerta ese momento que me paralice, que me deja inconsciente durante un tiempo que nunca sabría calcular con exactitud, pero si que da como solución llevarme un impacto de vivencias. A veces, creo que me gusta vivir para recordar de golpe.

Sigo diciendo que volví. Pero cuanto más lo digo más pierdo el sentido del significado de esa palabra.¿A dónde vas cuando vuelves? ¿A tu casa con los tuyos mientras te encuentras rodeado de gente se hacen llamar “primos”, “tíos segundos” y demás parientes con sonrisas forzadas que no has visto en tu vida para pelearos por un trozo de ala de pollo? ¿Vas a tu sitio favorito donde sabes que podrás cerrar los ojos y evadirte de tu fatídica realidad?
Ese sitio donde no dejas que pase nadie sin miedo.

Estuve allí y si pudiera decir que los pensamientos son ladrones, juraría que me sentí atracada. Me extraña que nadie haya llevado aún a las oficinas de objetos perdidos trozos de tiempo y recuerdos, porque es lo que más extraviamos a lo largo del día. Pero de repente, te los encuentras esperándote en los lugares más extraños, como esos que se desbordan al límite de la locura; siempre de forma inesperada, nunca lo olvides. A mi me suena a venganza, nosotros matamos el tiempo y este nos lo devuelve a golpe de recuerdo.                                             


Y llega un momento en el que te das cuenta de algo; no eres tú quién vuelve, sino ellos, los recuerdos, tan personales que ya los trato de forma personal. Ellos.
Y lo hacen para que jamás olvides que antes de mi fuiste yo. Que en tu pasado siempre puedas perdonarme taparle los ojos como una niña caprichosa al futuro.

 

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